Extravíos y reencuentros.


Tengo cierta fijación cuando me dispongo a encontrar algo perdido, podría decir que es casi una obsesión.

Hace un par de semanas me llamó Mariana, compañera de kinder hasta secundaria. Confieso que fue bastante extraño escucharla, jamás imaginé hablar nuevamente con ella y mucho menos verla.

No le fue difícil localizarme, los comerciales de alimento canino son transmitidos cada quince minutos por televisión abierta con un estúpido slogan, "Pipo y Pepa lo comen sin hacer mueca", cómo jodidos sabes cuando un perro hace una mueca. Pero no podía quejarme la paga era buena a la gente le gustaba y hasta llegaban a reconocerme en la calle, siempre quise figurar en público. En cambio Mariana, desde siempre lo hacía muy bien. Fue coronada como reina de la primavera en el kinder, en la quermese de la primaria la escogían para repartir besos por unas cuantas monedas mientras que a mí, me ponían en la cárcel a custodiar niños tímidos y feos a quién nadie quería esposar, en secundaria intentó arrebatarme el papel de Dorita en la obra del Mago de Oz y coqueteaba con Ismael el chico más popular del cole.

Anoté rápidamente en un post it morado los detalles de la reunión y colgué el teléfono, como les decía eso fue hace varios días, ahora no encuentro el papel he volteado la casa y la maldita nota, no aparece "¿dónde carajos la puse?" Ya no me importaba confirmar mi asistencia a la fiesta anual de secundaria, simplemente necesitaba hallarla. Eso mismo me pasó cuando recordé que tenía una medalla con mi nombre que mi madre nos hizo a cada una de las hijas, nunca lo encontré y me tomó años deshacerme de la idea.

Reencontrarme con la bola de excompañeros contándose anécdotas absurdas de éxito, competencias de prestigio, estatus, enlaces matrimoniales en su mayoría fallidos, me valían un cacahuate. Esas historias de antemano se pronosticaban desde que pertenecíamos al grupo de 3º "C" asociado con los más brutos académicamente. Sobretodo me inquietaba en especial ver a Mariana, necesitaba presenciar con mis propios ojos si mi ex-marido le hacía feliz, los ingratos se consolaban mientras yo me encontraba en múltiples grabaciones de irracionales comerciales.

Hacía poco tiempo que me habían recomendando encomendarme a un Santo supuestamente muy milagroso con fama de regresar cualquier petición. En seguida encontré un listón, hice un pequeño nudo y proclamé la letanía "San Cucufato, de los cojones te ato si no encuentro el post it morado, no te los desato". Tal vez fue mi fe o el ardor del pobre Cucufato, que esa misma tarde apareció y desapareció mi angustia. Confirmé mi asistencia.

Finalmente en el día del festejo tuve llamado, al parecer era un producto innovador aclarante anal. No asistí, no logré darle el shame look a Mariana ni ver lo infeliz que debe ser ahora que dejo de ser la amante, pero descubrí como conseguir mi tranquilidad cuando se me pierde algo.

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