Mujer soltera en treinta y tantos, impaciente con celular y trago en mano tocan a su puerta, aparece un negro de 36 pulgadas con una botella de whisky. Ella, apaga el teléfono.
Entre estrujos amargos besos y caricias desenfrenadas su cuerpo era estrellado contra el cristal de una ventana panorámica del apartamento del quinto piso. Veía desde lo alto gente y autos pasar, nadie se percataba que una mujer desnuda era brutalmente asaltada por la pasión.