Ahora te toca a ti.

Vivo en el departamento cinco del quinto piso de un edificio en frente a una plazuela. Cuando recibo visitas tocan trece veces como dice en la pinta del timbre hacerlo (autoría de algún maldoso pero ingenioso niño de la colonia). Esta noche, es día de muertos y como cada año monto un pequeño altar sobre la mesita de madera que uso como trastero.
Para decorar la ofrenda prefiero poner las flores conocidas como nubes o cerebros que son de color rojo-sangre de textura aterciopelada a las alegres anaranjadas cempasúchil. Cinco calaveras: tres para mis parientes y dos para mis mascotas que fervientemente espero estén al otro lado del río cuando me caiga la flaca. Considero que mi altar es adorable puesto que cada año se unen los difuntos del novio en turno. Todos convivimos como una gran familia. Es notable que los de mi lado se distinguen porque disfrutaban de gustosos placeres: café negro, alipús, cigarro y por supuesto, comida, ¿acaso existe otra forma para pasarla mejor, aquí y allá?.
Algunos años llegan sin dejar rastro, en otros tocan tres veces en la mesita para anunciar que han pasado, otras más, se meten en sueños con mensajes ocultos que me dejan pensando todo el día sobre ellos. Sin embargo, aunque sean las mismas cinco calaveritas como el número de mi departamento o se incrementen, siempre en casa se les recibirá sin o con trece timbrazos para anunciar que están aquí.
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